El trabajo y los estudios me dieron un respiro en navidades
para que pudiera viajar de vuelta a casa. Además de ver a la familia y amigos,
no dudé en visitar por enésima vez la catedral de Santa María. Y si es verdad
que con cada visita ayudamos económicamente a la restauración del edificio, no
hay duda que una parcela pequeña ya lleva mi nombre.
En efecto, el día 31 de diciembre, aprovechando que el año se
acababa y nunca se sabe cuándo van a terminar las obras de la catedral, hice una
reserva para dos, para mi madre y para mi. Soy de esas personas que piensan que
el arte se contempla mejor en silencio, pero muchas veces tus ojos no ven cosas
que los de otros sí, por eso siempre que alguien se anima no dudo en aceptar su
visita y agradecérselo.
La reserva es cómoda de hacer, ya que mediante la web de la
Catedral (www.catedralvitoria.es) se elige el día, idioma y el número de
personas. Si tuviera que hacer alguna crítica sería el precio y por lo que
siempre nos quejamos los jóvenes, los pocos descuentos, pero “lo que cuesta,
vale”.
La visita dura aproximadamente una hora y comienza desde la
recepción, que se encuentra en un edificio separado pero justo en frente de la
catedral, en la plaza donde se puede ver la tan conocida escultura del escritor
Ken Follet.
Del escritor británico y su importancia para nuestro
edificio ya hablaremos más adelante, que no tenemos ninguna prisa.
La guía comienza la visita desde el exterior, enseñándonos
el desnivel y la fachada de la catedral, eso siempre que los andamios lo
permitan. A continuación, pasamos a un edificio que en este caso está anexo al
centro religioso. Debía de ser un comercio de lanas que luego pasó a ser pertenencia
del cabildo y que lo usaron como almacén. En este espacio es donde se visualiza
un video introductorio y se pueden ver las maquetas. Aunque para algunos sea lo
más incómodo, desde este punto nos hacen colocarnos el casco de seguridad. Nos
adentramos en las obras…
La visita se hace de una manera cronológica y ordenada por
el templo, de modo que no perdamos nunca la época en la que nos encontramos en
cada momento.
Se entra por uno de los brazos y adelantamos hasta el crucero, tras ver toda
la planta se accede al triforio, que en mi opinión es digno de ver, y los más
importante es que nos permite ver la desestabilidad que ha sufrido el edificio
a lo largo de los años.
Unas vistas inolvidables por el paseo de ronda, que además
de ver Vitoria desde las alturas nos permiten observar de un modo más preciso
las vidrieras de la catedral. La visita finaliza en el pórtico de la gloria,
una obra maestra gótica donde unas pocas veces al mes se hace una proyección
que nos permite ver la policromía original de cada época.
Creo que la Catedral de Santa María, con este Plan Director
y su novedosa manera de restauración, nos ha acercado más a los espectadores a
la arquitectura. Por eso, os animo a todos los que paséis unos días por
Vitoria, que no dudéis en verla, será una experiencia única que espero que
nunca olvidéis.
Fotografías: Amaia Ruiz de Escudero Vea-Murguía
Sin duda una entrada muy interesante, Como bien señalas, la puesta en valor de la catedral a lo largo de su extenso periodo de restauración es un modelo a seguir.
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